José María Vidal-Quadras y Villavecchia nació en Barcelona el 21 de marzo de 1891, frente a la Lonja del puerto, junto a las oficinas de la Casa de Banca Vidal-Quadras Hnos.
A los 8 años sus padres, Carlos Vidal-Quadras y Carmen Villavecchia, le llevaron a Feldkirch, Austria, al colegio de los jesuitas donde estudiaban hijos de familias de la nobleza europea. Allí se reveló como especialmente bien dotado para el dibujo.
En 1907, cumplidos los 16 años salió para asistir a una academia de dibujo en Ginebra. En Barcelona acudió a la Escuela de Artes y Oficios, y cursó la carrera de Bellas Artes en la Lonja. Pasó un año en Munich, aprendiendo de Habermann, retratista y representante del “Jugendstil”. Tras un viaje de estudios por Italia, París y Viena, cuando tenía 20 años regresó a Barcelona y acudió al taller de Félix Mestres Borrell, de quien siempre se consideró discípulo.
Ya entonces era lo más opuesto al tópico del artista bohemio y desordenado: era sencillo y pulcro, según el ambiente familiar en el que había crecido.
El desahogo económico que le permitió tales estudios tuvo su origen en su tatarabuelo José Vidal, un pescador de Sitges que emigró a Maracaibo donde abrió un establecimiento comercial. Por la revolución independentista de Bolívar, la familia se trasladó a Cuba. Doce años después habían prosperado, y sus hijos constituyeron en Santiago de Cuba la empresa “Vidal Hnos. y Cía.”.Más tarde derivaron a consignatarios de buques y giradores de letras como comerciantes banqueros con la firma “Vidal Quadras Hnos.”.
Los abuelos del pintor se edificaron en 1852 y 1855 sendas casas en Sitges. En 1860, la casa de banca “Vidal Quadras Hnos.” gozaba de muy reconocida solvencia, pero el abuelo del pintor, ante el cambio de estilo por la aparición de las sociedades anónimas, decidió en 1911 su traspaso al Banco de Barcelona, con la cláusula de que nadie perdiera su empleo.
Entonces el pintor tenía 20 años y participó en una exposición colectiva en Barcelona. Desde entonces el arte constituyó su único trabajo profesional con el que llevó adelante a su familia.
En 1914, José María Vidal-Quadras se presentó al público barcelonés en la Exposición de Primavera del Salón Parés. En 1919 hizo su primera exposición individual en esa misma sala, y al año siguiente participó en Madrid, en la Nacional de la Real Academia de Bellas Artes, cosa que repitió anualmente hasta 1929.
En 1921 participó en la exposición de la Sociedad Artística y Literaria de Cataluña junto a Anglada Camarasa, Joaquín Mir, Julio Moisés, Dionisio Baixeras, Mariano Bernard, Alejo de Cabanyes, Luis Graner, Buenaventura Puig Perucho, Agapito Casas Abarca, Martí Garcés, José Xiró y otros.
A su primera exposición personal en Madrid, en el Círculo de Bellas Artes, acudieron en abril de 1925, los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia. En la Enciclopedia Espasa se lee que José María Vidal-Quadras “cultivaba especialmente el retrato de señora, aparte de cuadros de género e historia, como el que pintó para el Salón de San Jorge” del Palacio de la Generalitat, que representa la Boda de los Reyes Católicos. Suyos y de aquellos años son también los murales de aire modernista que decoraron la Maison Doré, en la Plaza Cataluña. Añade que “es uno de los invitados de honor de las Exposiciones del Carnegie Institute de Pittsburg y de las Internacionales de Toronto (Canadá), a las cuales suele concurrir todos los años”.
Alaba la sencillez y naturalidad de sus retratos del escultor Clarassó, del archiduque Leopoldo Salvador, del conde de Güell, la princesa Pilar de Baviera, etc., y destaca que “en el difícil manejo de los contraluces podría llamarse a Vidal-Quadras el ‘poeta del contraluz’”. Reproduce en color el contraluz “Curiosilla”, que presentó en 1922 en la Exposición Nacional de Bellas Artes, mereció medalla, y actualmente se conserva en el Museo Reina Sofía.
En 1927 casó con Teresa Rosales Fernández de Castro, hija del que muy pronto sería director general de la Compañía General de Tabacos de Filipinas. Teresa le dio siete hijos y fue siempre su cálido y firme punto de apoyo.
Cuando en 1933 murió el padre del pintor, Carlos, presidente del Patronato de la Orquesta Pau Casals, el célebre violoncelista, muy amigo suyo, llevó toda su orquesta a los funerales en Santa María del Mar. Esta amistad se prolongó siempre, y el pintor iba a visitarle a Prades, pueblo cercano a Puigcerdá, donde pintaba durante los veranos sus contraluces, verdadero descanso frente al rigor de los retratos que le permitían sacar adelante a la familia.
En 1936 sufrió cárcel hasta que pudo reunirse con los suyos, refugiados en Mallorca, donde expuso, como también hizo en Sevilla. Terminada la guerra, reparó su estudio en Barcelona, en la calle Reina Cristina, 1, y abrió una academia de dibujo. Al año siguiente tuvo más de veinte encargos, entre ellos los retratos al óleo del conde de Montseny, de Antonio Carbonell, del marqués de Comillas, conde de Gamazo o la señora de Guasch, y vendió dos contraluces.
En 1941 expuso en La Pinacoteca, ilustró un libro escolar y pintó retratos para las familias Viladomíu, Garí, Trasierra, Fontcuberta, Sedó y otras. En 1942 mostró su obra en Bilbao, y en Barcelona retrató, entre otros muchos, a dos Sagnier Sentmenat, a Isabel Urruela o al conde de Jordana. En 1943 José María Vidal-Quadras fue nombrado numerario de la Real Academia de Bellas Artes de San Jorge.
Tenían también mucha aceptación sus dibujos al carbón ligeramente coloreados al pastel. Dibujó a figuras de apellidos como Dalmases, Roviralta, Juncadella Salisachs, Miró Sans, Boada, Jorba, Guitart, Catasús, Barangé, Soler Roig, Ribas, Arnau, Tort, marqués de Larios, Olavarría Conde, marquesa de Mura, Furest, Sagnier de Bultó, Serra Ramoneda, Arbolí, Sans, Ciurana, Carulla, Torrado, Rocha, Batlló, Mata, Bonmatí, Desvalls, al P. Alegre para el Cottolengo, etc.
En 1944 vendió otros seis contraluces en la Pinacoteca. En 1948 expuso en la Sala Macarrón de Madrid, y en Grifé & Escoda de Barcelona.
En 1949, vendió el contraluz “La cuna” en una “Exposición pro hospitales” y cedió el 50 % a la organización benéfica. Incluso en las peores rachas, siempre dio el 10 % de sus ingresos a la parroquia de Santa María del Mar.
Para salir de agobios, en 1950 fue a Colombia, donde expuso en el Museo Nacional de Bogotá treinta y cinco obras, entre ellas retratos de altas personalidades del país. Más tarde volvió a trabajar en Cali y en Medellín, y en Bogotá expuso quince retratos y dos cuadros en el Colombo Español en 1954.
Año tras año, en Barcelona retrató al óleo a personas como Carmen Olano de Iriarte, Domingo Sert, señora de Turmo Benjumea, Marita Miquel, señora Cornet, Román Fabra Muntadas, barón de Terrades, conde de Egara, conde y condesa de Valle de Marlés, doctor Illó, Buxaderas, conde de Fígols, Macaya, Molins, Ferrer-Vidal, marqués de San Román de Ayala, José Porta, Adela Güell, Yoyo Urruela, marqués de Santa Isabel, Ignacio Villalonga, Antonio Cominges, Herminia Conde de Vives, señora de Negre, Manuel Rocabert, Leandro Negre, etc.
En 1957 expuso de nuevo en Grifé & Escoda, donde le encargaron más de veinticinco cuadros, entre ellos los dibujos de las hijas de la infanta María Cristina. Siguieron los retratos al óleo del ministro Gual Villalbí, almirante González Aller, José Bertrán y Musitu, Ventosa y Calvell, conde de Príes, Ramón Guardans. En el 61 expuso veinticuatro cuadros en La Pinacoteca. De 1962 son los de las señora Sivatte e hijos, de José Valls-Taberner, Ignacio Puig de Cárcer, Ignacio Coll, hijos del señor Alvareda o Pili Taramona. Por entonces vendía contraluces en la Galería Pallarés.
En 1965 fue operado de cataratas. A los 75 años volvió a pintar, aunque a menor ritmo, y en 1968 celebró una exposición antológica, “50 años de pintura”, en el Real Círculo Artístico de Barcelona, por invitación de su presidente el vizconde de Güell, en la que presentó cincuenta y seis cuadros de sus distintas épocas. Allí mismo, en enero de 1971 recibió el nombramiento de Socio de Mérito del Real Círculo Artístico, junto a Montserrat Caballé. Todas las personas que a lo largo de su vida posaron para él, y cualquiera de las miles que le conocieron y trataron, encumbradas o llanas, recuerdan su amabilidad. Con esa sencilla, atentísima y elegante forma de tratar a todos, mostraba una gran talla humana.
En 1973, después de larga enfermedad, falleció su esposa. Para el pintor se abrieron cuatro años de profunda tristeza, en los que el doctor Sánchez Camarasa le recomendó que siguiera dibujando, y pintó con trazos temblorosos varios bodegones, hasta que cayó en cama por fractura de cadera. A los tres días sufrió un embolismo pulmonar, y el 27 de septiembre de 1977, a los 86 años, entregó su alma a Dios.